Catalina de Inglaterra, The Queen

Reina de todas las reinas y modelo de majestad femenina, Catalina de Aragón, la hija menor de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, heredó la hermosura y la gracia de su madre y conquistó a Inglaterra con su carisma. Sin embargo, siempre estuvo condenada a la infelicidad.
En 1502, con solo 5 meses de casada, Catalina vio agonizar a su esposo, Arturo de Gales. Pero para los intereses de la Corona de Castilla, continuaba siendo necesaria la unión de Catalina con el linaje inglés para garantizar el aislamiento diplomático de Francia. Luego de la muerte de Arturo, sus padres negociaron un nuevo matrimonio, esta vez con el príncipe Enrique.
Luego de siete años de hacer vida monacal mientras esperaba por su futuro esposo, Catalina por fin contrae nupcias con el ya Rey Enrique VIII, luego de que el padre de este falleciera. A diferencia de su matrimonio con Arturo, la vitalidad y la juventud de su nuevo esposo le permiten consumar su unión. Así comienza la verdadera tragedia de la Reina.
Fueron seis los intentos vanos por darle a su esposo un heredero varón. Tres niños y tres niñas. Los que no nacían ya inertes y sin vida, sucumbían ante la muerte a los pocos meses. Sólo una niña sobrevivió: María I de Inglaterra. Después de la felicidad que Enrique y Catalina disfrutaron al comienzo de su matrimonio, nadie podría haber imaginado su turbio destino.
Puede que haya sido la desesperación lo que impulsara a Enrique a repudiar a su consorte más querida y amada, buscando consuelo en otras mujeres. Lo cierto es que, obsesionado con ver nacer a su heredero, el Rey fue alejándose de su esposa, quien se refugiaría en la religión. Entonces apareció Ana Bolena.
Una cortesana joven, hermosa, de cabellos rojizos y ojos claros que sedujo y enamoró a Enrique VIII. Éste, maravillado y esperanzado por un nuevo cuerpo, dejó atrás a su esposa Catalina. Después de 15 años de casados, Enrique solicitó la anulación matrimonial al Papa Clemente VII. Entonces, brotó de su esposa una fortaleza proveniente de su linaje que daba cuenta de la formación para reinar que hasta los 15 años recibió de sus padres, los reyes católicos.
En la lucha por sus convicciones y sus derechos, Catalina de Aragón inicia una batalla contra Enrique VIII por la que aún es recordada con respeto entre el pueblo inglés, hasta el punto de afirmar que la reina más querida de Inglaterra era de origen español.
Con su sobrino el emperador Carlos I amparándola, la Reina de Inglaterra solicita la derogación de la petición realizada por el Rey, luchando por la legitimidad de su boda y por los derechos sucesorales de su hija María. Por un tiempo logra ejercer tanta presión que Roma niega a Enrique el divorcio solicitado.
Sin embargo, esto no sería suficiente para detener a Enrique quién, obcecado, recurre a su propia iglesia en busca de apoyo. Así, en 1531, con el respaldo de la iglesia anglicana, el Rey contrae nupcias con Ana Bolena, haciendo inmediatamente nulo su anterior matrimonio con Catalina, a quién envió a un castillo de Kimbolton, en Londres.
Dicen que concederle la vida, lejos, en aquel castillo, fue una muestra del amor que llegó a sentir Enrique VIII por Catalina, ya que el rey sería conocido después no sólo por su promiscuidad, sino por decapitar a 2 de sus 8 esposas. De cualquier modo, de esta unión sólo quedó el amor de Catalina por el pueblo inglés a cuyo reinado nunca aceptó declinar, y su hija, Maria I de Inglaterra, quién años después heredaría la corona de su temido padre y pasaría a la historia como María Tudor.
Aun estando separada del trono y de su hija, Catalina nunca aceptó levantarse contra Enrique. Al contrario. Durante los últimos días de su vida le escribió de su puño y letra una carta que concluye con una promesa de amor
«Finalmente, hago este juramento: que mis ojos os desean por encima de todas las cosas. Adiós».