Tres mujeres, un mismo nombre: Isabel

Una madre, una hija, una nieta… un mismo nombre. La elección del “Isabel” dentro de la familia real española de la Edad Media, más que una tradición, significó una norma no sólo vinculante, sino también heredada en la sangre. La elegancia, el ímpetu y la belleza fueron tres atributos que matizaron la vida de las tres Isabel del Reino: Isabel Infanta de Portugal, Isabel La Católica e Isabel Reina de Portugal.
El nombre Isabel proviene del latín “Isis bella” que, a su vez, le rinde tributo a la diosa egipcia de la fecundidad: Isis. El epíteto “bella”, destaca la feminidad que reluce de aquélla que porta el nombre. ¡Vaya coincidencia!, una característica que las Reinas españolas conservan en común.
La Consorte de Castilla y madre de Isabel La Católica, nuestra Isabel, fue la que erigió un linaje de mujeres seguras, aguerridas y atrevidas, algo poco común para la época. El ímpetu determinó los pasos de Isabel Infanta de Portugal, aunque fuera tildada de enajenación debido a sus acciones propias de los celos hacia su esposo, Juan II de Castilla.
Las altas dosis de venganza que condicionaron la vida de Isabel Infanta de Portugal, afortunadamente no corrieron por las venas de su hija Isabel La Católica; pero su beldad, poder y dignidad sí. El sentido de la estrategia y la astucia labró el camino de Isabel La Católica hacia la regencia de Castilla. Bajo su tutela logró presentarse en el campo de batalla como una mujer brillante, aguda y magnética, levantando la moral de las tropas con su valentía. La Reina, nuestra Isabel, logró sobresalir en un contexto en el que la mujer no era más que un objeto de compañía. En el hogar, también supo cómo imponerse, aunque su primogénita, a quien conoceremos a continuación, no tuvo la oportunidad de ser testigo de ello.
Isabel Reina de Portugal tuvo una juventud corta y etérea. La herencia familiar seguía su curso por las venas femeninas. Cuentan las crónicas que al unirse en matrimonio con el quinceañero Alfonso de Portugal su amor fue genuino. Lamentablemente, al año de haberse casado, el esposo falleció al caerse de un caballo, dejando a Isabel Reina de Portugal viuda y entristecida. Sus padres, para mantener la unión estratégica con Portugal, la desposaron con Manuel I de Portugal pero al año siguiente, Isabel Reina no continuó más en el mundo, dicen que murió de tristeza sin poder olvidar a su primer esposo. Su corta vida fue de entrega y amor; una infancia vívida pero también desvanecida, una belleza y feminidad que no corrieron con la suerte de perdurar por mucho tiempo.
Tres mujeres, tres Isabel, tres historias diferentes, pero vinculadas. ¿El nombre habrá determinado cada una de sus características? A nosotros nos gusta creer que sí.